La concepción propia es de mal obrar:

La concepción propia es de mal obrar. A manera de ejemplo: a pesar de quererme a mi mismo, no basta para recolectar todos los elementos que se aproximan a la concepción propia. Es necesario seguir indagando para obtenerla, lo cual implica encontrarse cara a cara con la bajeza hecha parte fiel de tu existencia. No comprendo, tanto que a veces no se si estoy aquí siquiera. Actúo por instinto, pero inmediatamente -aunque no siempre- siento despertar del ensueño; y mis acciones no le resultan identificables a mi molde, ese cual fue otorgado por la concepción propia.

A ella le chocan los cambios. Los cambios se pasean por la estructura de mi ser, mientras las concepciones lo complican todo. Tal vez sin su existencia no diría un: ¿Dónde está la normalidad, qué es? En caso de que exista, quiero volver. Me pierdo en encontrarme, vislumbro cualidades detestables. Me pierdo tanto, que a veces no sé, si lo que vislumbro o los pasos que veo dejar a mis espaldas, han sido capturados por mis propios ojos y hundidos en la tierra húmeda, de la cual brotan miles y miles de ramas curvas que se acercan en espiral hacia mi entregándome cada una, cartas distintas. ¡Las cartas! siento que todo se normaliza… ansío saber… cierro mis ojos, tomo aire hondamente… 

De pronto, siento algo desvanecerse en mis manos, siento que el viento sopla y me arroja pequeñas texturas… Abro mis ojos, las cartas no están, se han ido… Desesperación y un nudo en la garganta es lo único que siento, un temor inminente y un palpitar que trato de calmar, mientras me voy dando cuenta de que soy una pequeña partícula a la deriva, hundiéndose, aislándose, confundiéndose por que así lo quiere.

Y porque claro, no se conforma. Reiteradas veces pienso: ¿Quién soy? No quiero sentir ya más lo opuesto a fe.



Génesis Tapia Verde.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario