Mientras la débil y ya mortecina portadora de belleza se apagaba cada vez más y más, todos alrededor la miraban sin contemplación alguna.
-Maldito trabajo. Maldita custodia compartida. Malditas deudas. Maldita vida… Y ahora una flor que me mira con nostalgia, como si yo pudiera hacer algo por ella! Esto sí es el colmo-. Pensaba deliberadamente un transeúnte que pasaba cabizbajo, cerca del fatídico pero inevitable acontecimiento.
Tal vez el cielo se apiadó de ella, enviándole algunas gotas de lluvia que brillaban en los ya no tan suaves pétalos de la flor como inútiles diamantes. El silencio rápidamente desapareció a causa de un melancólico suspiro del inmenso mundo, provocado por la tristeza de perder una insignificante parte de él.
Adiós, desafortunada... adiós.
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