Que los murciélagos aterciopelados atenten con brío, contra los guardianes del libertinaje solitario y la hipócrita complacencia.
Que los grillos inunden las falsas escuelas de belleza con música, para que el noble acepte su parte apoyando la causa y no a quien la lleva.
Que los búhos se lleven al que profana y luego lo traiga, para ver si aprendió que sublime y pulcro es la única regla.
Y que los bandidos con nombre, ardan sin pena ajena; que los muertos por fin caigan a sus tumbas. Que los héroes por fin salgan de sus urnas.
Que así sea.
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