Te he mentido.
Más que una mentira, fue una promesa rota.
Cuando me conseguiste fumando en el cuarto de meditación, te dije que estaba
mal hacerlo y que desde entonces hiciéramos el pacto de que ninguno de los dos
lo hiciera ya que considerando todos los daños que produce, era una estupidez.
Poco tiempo después compré algún cigarrete para
calmar la ansiedad o para distraerme en alguna fiesta pagana. Un marlboro
robusto acompañado de una cerveza oscura o un Belmont cremoso para degustar
antes de comprar las verduras.
Lo cierto es que no cumplí nuestra promesa y sé
que lo sabes. Hace poco me hiciste el jaque que yo te hice con los dos
comodines mágicos, contándome tu deducción de cómo sería el modus operandi de
alguien que va a la panadería a comprar un cigarrillo, fuma y para luego
ocultar el olor, se cepilla los dientes frecuentemente.
Sé tanto como tú los daños que produce la
nicotina (me alegra que conozcas del tema) y realmente me gustaría ser un
ejemplo positivo para ti, así que cuando creas que haya fumado, me harás una
advertencia solo para recordarlo;
Para no alarmar a Mamala con alguna palabra que
pueda alterarla, utilizarás la clave secreta “Smoking kills, baby!” y yo
asentiré con la señal de costumbre.
Ahora, sal de mi cuarto; pequeño idiota.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario