Transculturación: Fenómeno que ataca a los jóvenes venezolanos.

Sin mucho esfuerzo, Daniela podía escuchar  aún con el bullicio del pasillo de la universidad, el ruido que provenía de los audífonos del chico que, minutos antes le había dicho que la música venezolana no tenía sentido, que no era música.

El ruido se hacía cada vez más insoportable, y con él, el cuestionamiento de Daniela aumentaba. Le parecía imposible que alguien no considerara música al conjunto de sonidos que, combinados armónicamente nos representan como venezolanos.

La transculturación es uno de los fenómenos más influyentes para acentuar la perdida de nuestra propia identidad, a causa de fusiones culturales y poco entendimiento o enseñanza de nuestras propias costumbres desplazadas por costumbres extranjeras.

“No valoramos lo que por herencia nos pertenece, y nos dejamos envolver  por la cultura occidental. Desde pequeños hemos adoptado sus costumbres directa o indirectamente”, expresó Daniela Jiménez, estudiante de ciencias políticas en La Universidad del Zulia (LUZ), y de comunicación social en la Universidad Católica Cecilio Acosta (UNICA).

El sociólogo,  Alberto Moreno, definió transculturación como la presencia de una cultura dentro de otra cultura, y comentó que los jóvenes son el blanco fácil porque están en busca de su propia identidad. “La transculturación puede darse por medio de cualquier vía, ya sea: gastronómica, musical, costumbres, de moda…”, agregó.

 “Los jóvenes en ese periodo donde buscan su identidad, son una esponja y por ello deben aprender a absorber todo aquello que venga de afuera que les pueda servir de manera positiva. Por eso son presa fácil ante cualquier amenaza. La juventud debe aprender a globalizar, para ver qué es lo que les puede servir”, añadió Moreno.

Merengue, tambor costeño, vals, gaita, pasaje, tonada y pajarillo, fueron algunos de los géneros que Daniela le mencionó al muchacho para que conociera la música popular venezolana. Con un audífono en su oreja izquierda, y otro que colgaba alrededor de su nuca y bajaba por su pecho, emitiendo un sonido ensordecedor y desesperante, el joven no puso mucha atención a lo que ella trataba de explicarle.

El chico tarareaba unas letras imposibles de descifrar. Cerraba los ojos. Estaba extasiado. Casi aislado de la realidad. En su mundo. Era un desafío el simple hecho de atreverse a identificar qué era lo que el joven escuchaba. Ella solo escuchaba ruido, ruido que la aturdía cada vez más.

“La cultura es lo que hace que un joven le tenga amor a su país, hace que tenga sentido de pertenencia, que lo quiera, y es un error que no nos hayan familiarizado con ella desde niños”, dijo Víctor Mattiuzzo, estudiante de diseño gráfico en la Universidad Rafael Belloso Chacín (URBE).

La Organización de Educación, Ciencia y Cultura de las Naciones Unidas (UNESCO) define la cultura como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan una sociedad o un grupo social, y que ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias.

La directora de extensión y cultura de la UNICA, Janeth Rincón, enunció: “Nosotros somos seres sociales, y así como tenemos una herencia biológica, tenemos una herencia cultural que viene dada por lo que recibimos de la familia, los amigos, los medios de comunicación y las industrias culturales que no quieren preservar la identidad cultural por intereses de consumo”. Así mismo, expresó que para preservar la cultura deben comprometerse todos, y asumir la responsabilidad. “Como padre, como docente, siempre debes estar ahí, orientando al niño y/o adolescente”, aseveró.

Enrique Olivares tenía solo 19 años. Creció en un ambiente familiar que deprimiría a cualquiera. Su padre, médico entregado al servicio de su profesión y de las mujeres. Su mamá, docente conferida completamente a su trabajo. Ambos tenían tiempo para todo, menos para él.

Pasaba casi 9 horas al día solo, encerrado entre las cuatro paredes de su sombría habitación. El color gris y el negro eran los únicos que abundaban en su alcoba. Sus únicos compañeros durante su triste y solitaria adolescencia fueron la televisión y la computadora.

Nunca participó en un acto cultural, nadie nunca lo motivó. Nunca escuchó algo como: “Lucero de la mañana, préstame tu claridad”… Y mucho menos vio, ni participó, en un baile de danza folklórica. Durante su adolescencia se dedicó a encerrarse en los juegos de computadora y a ver programas de televisión extranjeros.

“El contexto familiar influye en los jóvenes, la poca cultura y el poco interés que poseen los familiares, ocasiona en la juventud la carencia del sentido de pertenencia, y por ende, el arraigo a los valores que nos identifican”, afirmó Elizabeth Luzardo, ex Coordinadora de Cultura del Proyecto Educativo Regional (PER) San Francisco. De igual forma añadió, que así como la familia, las instituciones educativas también juegan un papel importante en la transferencia de las tradiciones.

Un joven demuestra su sentido social cuando se dedica a integrarse en la sociedad en la que se encuentra; respetando sus leyes, costumbres, y, de esa manera, velar por el bien común de cada uno de los individuos que la conforman. “La juventud ha perdido valores esenciales para la correcta convivencia dentro de la sociedad”, expresó Rafael Patete, estudiante de música en la UNICA.

La transculturación es un fenómeno que ocurre cuando un grupo social recibe y adopta las formas culturales que provienen de otro grupo. La comunidad, por tanto, termina sustituyendo en mayor o menor medida sus propias prácticas culturales.

“La transculturación ha tenido una influencia en el desarrollo psico-social de los jóvenes porque sienten desapego para con sus origines, y por ello se identifican más con culturas que representan a otros países”, apuntó Gerardo Morillo, estudiante de ciencias políticas en LUZ, y de contaduría en URBE.

La transculturación en Venezuela es un concepto que se viene manejando alrededor de los años 70, aunque la transculturación nos absorbió desde la colonización. Desde entonces la cultura venezolana se considera una especie de fusión de tres culturas distintas: La indígena, la africana y la española. Heredando un poco de cada una; el vocabulario de algunas palabras, la gastronomía, la música, las edificaciones, la religión católica y el idioma.

Venezuela también se enriqueció por otras corrientes culturales de origen europeo en el siglo XIX. En especial de procedencia francesa, y, un poco más reciente en ciudades petroleras, cultura de origen estadounidense, de la nueva inmigración de origen español, italiano y portugués, aumentaron el ya complejo tema de la fusión cultural. Así, por ejemplo: de EEUU llega la influencia del gusto por el deporte, el cine, el arte y las construcciones arquitectónicas actuales.

“Como jóvenes, por no tener una identidad consolidada y por formar parte de un país que tiene mucha diversidad cultural, somos más fáciles de atrapar por culturas más comerciales y predominantes provenientes de otros países”, dijo María Laura Paz, estudiante de comunicación social en la UNICA.

Daniela, en cambio, a pesar de tener un año  menos, creció rodeada de arte.  Su mama pintaba y dibujaba, les enseñaba a recitar poemas a sus estudiantes, y dirigía las danzas de la escuela donde trabajaba como docente de cultura. Siempre pendiente de cada detalle en la vida de su hija y su esposo, el papá de Daniela, músico, apasionado por lo que hace y por su don.

Desde pequeña escuchó temas de Simón Díaz, Alí Primera, Quinto Criollo, Serenata Guayanesa y Cecilia Todd, por citar a algunos de los exponentes de la música tradicional venezolana que la deleitaban. Tocaba cuatro y su papá la seguía con la guitarra. Entre canción y canción el tiempo parecía detenerse frente a ellos. Siempre se interesó por la poesía y recitaba desde los cuatro años poemas escritos por su abuelo. 

“La música y la gastronomía venezolana son dos claros ejemplos de la mezcla de cultura que hay en Venezuela. Somos la fusión del indio con el africano y el español, y solo basta buscar el origen de ese plato típico que nos gusta tanto, y de esa canción venezolana que nos atrae, para darnos cuenta que tenemos dentro de nuestra propia cultura, un poquito de otras”, comentó Dinesh Rodríguez, estudiante de música en la UNICA.

 Autores como el sociólogo y Doctor en ciencias sociales, Enrique González Ordosgoitti, comentan que la  transferencia de cultura puede ser por vía violenta –aculturación- o por vía espontanea, como un intercambio, sin imposiciones, aceptándolo como transferencia cultural – conculturación- . Por lo tanto, la transculturación no puede verse como algo que afecta de manera negativa, sino también como algo que se puede dar de manera positiva en otra cultura “En Venezuela se evidencia un proceso de aculturación a través de los medios de comunicación masivos, desde que comenzamos a construir nuestra identidad”, comentó Ana Paula Peraza, estudiante de comunicación social en la UNICA, y diseño gráfico en LUZ. “Hay que aprender a querer lo nuestro, por este país que tanto nos ha dado y nos da”, añadió.

Continuaba encerrado en su propio mundo. Por más que ella lo incitaba a hablar, el joven no hacía gesto de algún interés. Estaban sentados juntos en el piso del pasillo de la universidad, uno al lado del otro.

Desgastada y fatigada por el ruido apabullante que emitían los audífonos del muchacho, Daniela se atrevió a preguntarle qué era lo que escuchaba, pero Enrique no respondió. Insistió, y esta vez el joven reaccionó: Estaba desesperado. Se quitó ambos audífonos y en tono despectivo le dijo: ¡Nada que te importe! ¡Mejor vete a escuchar eso a lo que solo tú le llamas música!



Violeta Méndez

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